Era una fría tarde de enero, en 1958, cuando Estados Unidos marcó su historia espacial a fuego en la memoria humana. El Explorer 1 salía desde Cabo Cañaveral, en Florida, hacia las estrellas. A este satélite le debemos algo tan importante como el descubrimiento de los cinturones de Van Allen. Pero también supuso un hito en la carrera espacial y en la Guerra Fría. Aunque el primer satélite artificial de la historia de la humanidad fue el Sputnik 1, el Explorer no tiene nada que envidiarle. Pero, para entender lo importante de su lanzamiento, hay que comprender el contexto histórico.
En 1958, las tensiones de posguerra entre los bloques occidental y oriental, entre los que destacaban claramente Estados Unidos y la Unión Soviética, estaban en pleno apogeo. Este conflicto alcanzó todos los aspectos posibles, ya que consistió en un enfrentamiento político, económico, social, militar, informativo, científico y deportivo. Pero nunca se disparó una sola bala. En vez de eso, los países protagonistas corrían para tratar de ser los mejores y demostrar su poder. El lanzamiento del Sputnik 1, en 1957, fue justo eso: la prueba de que la URSS había ganado la carrera por el espacio. Pero esta estaba lejos de terminarse tan rápidamente.
Así, Estados Unidos no tardó de hacer su puesta en escena. El arma escogida fue un satélite de apenas trece kilos, con forma de bala y poco más de dos metros. Pero no lo minusvaloremos. Este pequeño artefacto permaneció en órbita algo más de tres meses, hasta que se agotaron sus baterías. Y fue tiempo más que suficiente para descubrir los cinturones de radiación de Van Allen. Cuando se lanzó, además de una demostración de poder, el satélite tenía un claro objetivo: detectar la radiación del espacio. Así se topó con los cinturones de radiación de Van Allen, zonas de la magnetosfera terrestre donde se concentran las partículas cargadas. Estos cinturones son áreas en forma de toroide, en las que los protones y los electrones se mueven en espiral entre los polos magnéticos del planeta. De esta forma, estos cinturones protegen a nuestro planeta de la radiación proveniente del espacio. Estos se llaman así en honor a James Van Allen, quien diseñó la instrumentación del Explorer 1 y describió los susodichos cinturones. Pero lo más curioso es que el descubrimiento fue casi fortuito.
En 1958, muchos pensaba que el espacio alrededor de la Tierra estaba totalmente vacío. En el lanzamiento, el Explorer 1 midió, de pronto, una gran cantidad de radiación. Súbitamente, esta descendía a cero para volver a subir y volver a ser cero. La cuestión es que estas mediciones estaban ¡fuera de la escala! La sonda no había seguido la órbita esperada debido a condiciones atmosféricas adversas. El "error" permitió que se detectara esta configuración inusual, que el físico había previsto (aunque nunca imaginado de esa manera). Así que el error, finalmente, fue para bien. El Explorer 1 marcó muchos hitos. Uno de ellos fue el de la forma. Definitivamente, este no es el mejor ejemplo de satélite. Su esbelta forma no dejaba demasiado espacio para la instrumentación científica y tampoco permitía mucha maniobrabilidad, pero sí que supuso una mejora en peso frente a su contrincante: el Sputnik 1. La transmisión de los datos a tierra se realizaba mediante dos antenas. Un transmisor de 60 mW alimentaba una antena dipolo formada por dos varas de fibra de vidrio situadas en el cuerpo del satélite. En su interior, un tubo Geiger-Müller, capaz de detectar la radiación ionizante, era el detector principal, transmitiendo las mediciones a la base. Y con esta forma tan sumamente sencilla y práctica, el satélite cumplió su misión. De hecho, a día de hoy todavía quedan muchas incógnitas en torno a los cinturones.
El Explorer 1 demostró que no hace falta un complicado experimento para realizar un gran descubrimiento científico. Ni tampoco para poner la primera piedra en una elongada carrera espacial. Lo único que hace falta es tener un poco de iniciativa, algo de visión y un satélite sencillo pero fiable. Como los de antes. La NASA también ha puesto al servicio de Internet una página especial dedicada al aniversario que cuenta con todo tipo de información. Especialmente interesantes son sus fotos, no solo las del Explorer 1, sino las de otras misiones y satélites, o las historias de investigadores y gente relacionada con el satélite de una u otra manera.
El Explorer 1, al fin y al cabo, marcó un antes y un después; al igual
que lo hizo el Sputnik, por supuesto. Especialmente porque fue el primer
satélite en transmitir información científica, demostrando que podíamos
observar y analizar el espacio. Llevamos poco más de sesenta años desde
que tocamos el cielo y nuestra historia más allá de la Tierra no ha
hecho más que empezar.
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