La teoría darwinista afirma que los rasgos complejos que poseen los seres vivos se forman en un proceso gradual que implica tres factores esenciales.
En primer lugar, en toda población de seres vivos existe una amplia variación en sus rasgos (altura, tamaño, velocidad, agresividad, resistencia a enfermedades o a parásitos, etc.).
En segundo lugar, puesto que los recursos casi siempre son escasos con respecto a las capacidades reproductivas de los organismos, en la naturaleza se da una dura lucha por la existencia, y aquellos individuos que posean ciertas variedades apropiadas de esos rasgos tendrán ventaja sobre otros individuos en esa lucha.
En tercer lugar, muchos de esos rasgos serán heredables, con lo que los individuos seleccionados dotarán a las generaciones futuras con los rasgos que han resultado ventajosos. Este proceso en el tiempo es el que explica la evolución de las especies y su adaptación, a veces tan maravillosa, al entorno.
La idea era tan arriesgada que Darwin, ya naturalista de prestigio, no se atrevió a publicarla y pospuso el asunto más de veinte años. Su publicación vino forzada finalmente por un acontecimiento inesperado; la recepción de una carta del naturalista Alfred Russel Wallace en la que éste le pedía ayuda para publicar las conclusiones a las que había llegado en su trabajo de campo en Las Molucas y que eran, sin que Wallace lo supiera, similares a las de Darwin. 'El Origen de las especies' se publicó en 1859, cuando Darwin contaba ya con medio siglo de vida.
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