El Apolo 17 fue una misión de la NASA enviada al espacio el 7 de diciembre de 1972 por un cohete Saturno V, desde la plataforma 39A del complejo de Cabo Kennedy, en Florida (EE. UU.). Oficialmente se conoció como AS-512 y fue el encargado de enviar a los últimos astronautas hacia la Luna. Fue la séptima y última misión de alunizaje (de las cuales una fracasó), que se desarrolló sin grandes incidentes, salvo el retraso en el despegue en 2 horas y 40 minutos (cuando la cuenta atrás alcanzaba T-30 segundos) debido a un fallo en el control de presurización de la tercera fase. Fue el primer vuelo tripulado estadounidense que despegó de noche.
El Apolo 17 fue el primer y último lanzamiento nocturno de un cohete Saturno V.
Tras cuatro años de misiones lunares, la NASA se sentía confiada y se atrevió a lanzar una misión Apolo en medio de la oscuridad de la noche. Un pequeño problema inesperado retrasó el despegue 2 horas y 40 minutos, aunque Evans no parecía muy preocupado. Desde el interior de la cabina del módulo de mando América, el brillo de la ignición de los cinco motores F-1 fue claramente visible a través de la ventana antes incluso del despegue. Eran las 5,53 UTC del 7 de diciembre de 1972 cuando el Saturno V AS-512 despegó majestuosamente desde la rampa 39A del Centro Espacial Kennedy de Florida.
Los tres astronautas sintieron como su peso aumentaba progresivamente a medida que el enorme lanzador adquiría velocidad. Las vibraciones hacían difícil poder ver los indicadores en el panel de instrumentos. Cuando se separó la primera etapa S-IC, los tres astronautas se sintieron lanzados hacia adelante en sus asientos al mismo tiempo que un resplandor cegador se veía por la única ventana de la cabina. Parecía como si el cohete hubiese explotado y estuviese rodeado por una bola de fuego. Y con razón, porque la separación de la primera etapa del Saturno V era casi como partir el cohete en dos.
Los ocho retrocohetes de combustible sólido de la S-IC que facilitaban la separación de esta masiva etapa ayudaron a hacer más llamativo el espectáculo luminoso. Durante el encendido de la segunda etapa S-II, la tripulación intentó infructuosamente observar alguna estrella que pudiera servir de referencia en caso de aborto. Aunque las luces de la cabina se atenuaron, ninguno de los tres pudo descubrir alguna.
A diferencia de las anteriores misiones lunares, el Apolo 17 no pasó por la sombra de la Luna antes de la inserción orbital. Unas horas antes de situarse en órbita, la tripulación pudo contemplar la Luna como un fino creciente. El motor del América se encendió sobre la cara oculta y el Apolo 17 entró en órbita lunar. Ahora tocaba activar el módulo lunar Challenger. Schmitt y Cernan abrieron la escotilla y activaron los sistemas de la nave.
Unas 17 horas después de haber alcanzado la órbita, el Challenger y el América se separaron suavemente e iniciaron una especie de ballet espacial mientras una nave inspeccionaba a la otra. Evans se aseguró de que las cuatro patas del Challenger se hubiesen desplegado correctamente y de que la tobera del motor de la etapa de descenso estuviese intacta. Por su parte, Schmitt y Cernan hicieron lo propio con el América, inspeccionando la tobera del crítico motor SPS del módulo de servicio.
El Challenger se alejó mientras ambas naves sobrevolaban el lugar de alunizaje una órbita antes del descenso. Cernan y Schmitt se prepararon para el momento más crítico de la misión: el descenso hasta la superficie. Los astronautas conectaron sus trajes al arnés de cables que los mantendría en posición vertical durante la maniobra.
En el Apolo, uno viajaba hasta la superficie de la Luna de pie. Poco antes del encendido del motor principal, los dos astronautas pudieron sentir como sus botas tocaban el suelo cuando los motores de maniobra hicieron ignición para garantizar que el combustible de los tanques del Challenger estuviese en el fondo de los mismos. Segundos después, el motor principal cobró vida. Suavemente al principio, pero incrementando su empuje poco a poco, frenando su velocidad orbital de 3 km/s. Instantes después, el módulo lunar giró sobre su eje y el radar detectó la superficie lunar. Buenas noticias, porque sin radar la misión debía ser abortada inmediatamente.
El regreso a casa fue una especie de anticlímax. Lo único que rompió la monotonía fue la actividad extravehicular de Ronald Evans, quien pasó 1 hora y 6 minutos fuera de la nave recogiendo carretes fotográficos y resultados de los distintos experimentos científicos situados en el lateral del módulo de servicio.
Un espectacular paseo espacial entre la Tierra y la Luna, con la negrura del espacio como único telón de fondo.
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