¿Qué sintió von Braun cuando el cohete cuyo desarrollo había liderado, nacido de sus sueños sobre los viajes espaciales, terminaba siendo utilizado como arma para bombardear civiles? Es difícil saberlo, y sus propias declaraciones al respecto son en ocasiones contradictorias. Probablemente también sus propios sentimientos eran contradictorios. Lo que escribiría en sus memorias sería durante años la versión más extendida, llegando casi a convertirse en leyenda; según esa versión, los comentarios que todos hacían a los técnicos eran: «Podéis estar orgullosos de vuestra V-2. Es el único arma que los aliados no pueden parar. Es un éxito. Está golpeando Londres cada día». «Sí —pensaría von Braun, de acuerdo a sus palabras—, es un éxito; pero estamos golpeando el planeta equivocado.»
En abril de 1945, mientras von Braun y los técnicos más relevantes de su equipo disfrutaban los magníficos vinos de Haus Ingeborg, los ejércitos soviéticos avanzaban rápidamente por el este hacia Berlín. Era el momento de actuar: von Braun y Dornberger decidieron que había que enviar a alguien al encuentro de las tropas norteamericanas para ofrecerles la rendición de todo el grupo. Entretanto, los ejércitos soviético, inglés, estadounidense y francés realizaban batidas por todo el territorio alemán en busca del equipo de ingenieros que habían desarrollado la V-2. Todos los países aliados buscaban hacerse con la tecnología bélica más importante del momento, y en esto no había aliados: todos competían contra todos para conseguir el privilegio de capturar a estos técnicos para su país. Mientras von Braun y Dornberger eran cordialmente recibidos por las tropas americanas, otros miembros del equipo dispersos por otras ciudades alemanas fueron capturados por los norteamericanos, bien directamente o bien a través de denuncias de sus compatriotas, que esperaban así ganarse el favor de los vencedores. Había que determinar quiénes deberían ser los propuestos para viajar a los Estados Unidos. Y quién mejor que el propio von Braun para escoger a los mejores. Así que se le pidió que elaborase una lista con el equipo que considerase necesario para poner en marcha un programa de cohetería en Norteamérica. Von Braun respondió con un listado de quinientos nombres, incluyendo personal administrativo y secretarias. Evidentemente, no era lo que el ejército esperaba.
Finalmente, los esfuerzos del coronel Toftoy habían dado fruto: en noviembre de 1945, el grueso del grupo de especialistas alemanes en cohetes partía hacia los Estados Unidos. Habían sido precedidos el 12 de septiembre por una avanzadilla formada por el propio von Braun, Eberhard Rees y otros cinco colaboradores de alto nivel. Von Braun recaló en Fort Bliss a finales de septiembre de 1945, antes de la llegada del grueso del equipo. En aquel entonces sufría de hepatitis, por lo que inicialmente fue alojado en el hospital del ejército, rodeado de soldados heridos en combate. No era una situación cómoda para un alemán que debía ocultar su identidad, especialmente cuando era prácticamente imposible disimular su fuerte acento. Afortunadamente, ninguno de los soldados que lo rodeaban en el hospital podía imaginar que quien era tratado con tanta amabilidad fuera un reciente enemigo, por lo que a partir de su acento sacaron una conclusión bastante cómoda para el ingeniero: von Braun era para ellos «el holandés».
Aunque von Braun insistía constantemente ante sus superiores sobre la necesidad de iniciar nuevos proyectos de mayor envergadura, en ocasiones con el apoyo del coronel Toftoy, estos eran una y otra vez denegados por sus superiores. Uno de los pocos proyectos permitidos por el escaso presupuesto fue diseñar un nuevo cohete de dos etapas, en el que la primera estaba constituida por una V-2, y la segunda por el pequeño cohete de desarrollo americano WAC Corporal. Este proyectil, apenas un pequeño cohete de sondeo para los estándares actuales, había sido desarrollado por el Jet Propulsion Laboratory (JPL, o Laboratorio de Propulsión a Chorro, actualmente parte de la NASA) de California, en colaboración con la empresa McDonnell Douglas.
Y de ahí en adelante, Von Braun pasó a desarrollar los siguientes
cohetes estaodounidenses, abriendo la puerta "del cielo" a la carrera
espacial.
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