La industria carbonífera mata personas y daña ecosistemas desde la extracción hasta su uso para alumbrar nuestras casas. El carbón es la principal fuente de energía —un tercio de la demanda— y también la principal fuente de los gases de efecto invernadero en el mundo. El calentamiento global que hemos experimentado es de 1 grado Celsius, del cual 0.3 grados se lo debemos al carbón. Este combustible es hoy un símbolo de un modo de vida insostenible, tanto para los pueblos mineros como para el bien común del planeta. La salida del uso del carbón implica una transición hacia formas de energía renovables y que ponga en el centro el bienestar de las comunidades más afectadas. Esto se ha planteado desde esas comunidades y hoy está ya en los acuerdos de la más reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26). Es una oportunidad que ya no podemos desaprovechar.
El hombre ha evolucionado de forma significativa en los últimos siglos, y en su incremento de la capacidad de actuación sobre el entorno puede ya incidir sobre el clima que haya en la Tierra, ya en este siglo y previsiblemente en los próximos. Este fenómeno se conoce como Cambio Climático, es más complejo que como se suele presentar con frecuencia: una relación directa entre emisiones de gases de efecto invernadero y la elevación de la temperatura media del planeta.La Tierra es uno de los pocos planetas del sistema solar en el cual se ha podido desarrollar la vida, tal como nosotros la percibimos y la entendemos, gracias a que en la Tierra se ha mantenido una cantidad importante de agua, en buena medida en forma líquida, protegida por una atmósfera peculiar. Los otros dos planetas con esa posibilidad teórica de conservar agua eran Venus y Marte, en los que finalmente parece que no se han dado, o no se han mantenido, esas condiciones atmosféricas especiales. Sobre la Tierra, en su atmósfera, hay y ha habido en el pasado una concentración de ciertos compuestos entre los cuales destacan: el dióxido de carbono, CO2, y el metano, CH4, que actúan reflejando parte de las radiaciones térmicas que emite nuestro planeta hacia él, con ello se evita un enfriamiento excesivo de la Tierra, en particular durante las noches, como ocurre en otros astros en los que no existe esa capa protectora.
La presencia de esos dos gases, CO2 y CH4, ha tenido distinta concentración a lo largo de la Historia de la Tierra. Hay que señalar que además hay otros gases de efecto invernadero cuya incidencia es minoritaria, el óxido hiponitroso, N2O, y ciertos compuestos de flúor,cloro y bromo.Las actuales concentraciones de gases de efecto invernadero se valoran con los siguientes datos:• Dióxido de carbono, CO2.- Unas 380 partes por millón en volumen, ppmv. Valor que parece se sitúa muy por encima del rango de variación habido en los últimos seiscientos mil años, entre 200 y 300 ppmv. Se estima que al inicio de la Revolución Industrial esa concentración de CO2 se encontraba en torno a 250 ppmv, es decir en siglo y medio se ha incrementado un 50%.• Todos los gases de efecto invernadero medidos como CO2 equivalente.- Su concentración es de unos 430 ppmv de CO2eqv.
Se estima que para que la temperatura de la Tierra no se incremente más de 2ºC a lo largo de este siglo su valor no debiera pasar del rango 450 a 550 ppmv, lo cual parece difícil de conseguir. Es necesario hacer unas matizaciones sobre el papel de los dos gases de efecto invernadero más significativos, el dióxido de carbono y el metano. El primero representa en la actualidad alrededor del 60% deesa acción de retención de las radiaciones térmicas que emite la Tierra, mientras que el metano supone en torno del 20%; por ello la atención principal se centra hoy por hoy en el dióxido de carbono, pero sin olvidar el metano. Las concentraciones reales de ambos gases son distintas de los valores anteriores, la del CO2 es más elevada que ese 60%, y la del CH4 sensiblemente inferior al 20% antes citada; pero el poder de reflejar las radiaciones térmicas de la Tierra, es decir el efecto invernadero, es mucho mayor en el metano que en el dióxido de carbono, veintiuna veces el correspondiente al CH4 que el del CO2.
La vida media de ambos gases en la alta atmósfera es de unos 10 años, es decir una determinada cantidad de moléculas de cualquiera de los dos gases se reduce a la mitad al cabo de diez años. El CO2 se disuelve en el vapor de agua y descienda a la tierra en forma de agua acidulada. Hay una cierta prevención respecto a la posibilidad de que se incremente la concentración de hidrógeno en la atmósfera si este elemento pasa a ser un portador energético de uso habitual en el futuro, por ejemplo como carburante, y se producen fugas en su utilización. El hidrógeno es ávido por los iones hidróxilo, reaccionaría con ellos, y reduciría su presencia en la atmósfera, lo que haría que la vida media del metano en la atmósfera se hiciera más larga,incrementando así su efecto invernadero.
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