¿Héroe o villano? El padre de la bomba atómica, el físico Julius Robert Oppenheimer (22 de abril de 1904 – 18 de febrero de 1967), comparecía ante la cámara estadounidense, envejecido, ya retirado y afectado por el cáncer de garganta que le causaría la muerte apenas dos años después. Emocionado, Oppenheimer recordaba el 16 de julio de 1945, el día de la prueba Trinity, la primera explosión nuclear que él había contribuido a crear. Aquella frase que vino a su mente entonces, extraída del libro sagrado hindú Bhagavad Gita, ha perdurado hasta hoy como su cita más célebre.
Las palabras de Oppenheimer suelen recordarse como síntesis ilustrativa del proceso vital de un científico que dedicó su talento a desarrollar el arma más mortífera jamás inventada por el ser humano, para después embarcarse en una cruzada pacifista que duraría hasta el fin de sus días. Una interpretación superficial hablaría de remordimientos y búsqueda de redención. Pero lo cierto es que, en más de dos décadas trabajando por la paz nuclear, el físico jamás dijo haberse arrepentido de construir la bomba o de recomendar su uso contra Japón. ¿Cómo se entiende entonces la metamorfosis de Oppenheimer? ¿Realmente la hubo?
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