La idea de los agujeros negros de Schwarzschild fue retomada hacia fines de los años 1980 por Kip Thorne (1940 - ), titular de la cátedra Feynman en el Instituto Tecnológico de California, cuando fue consultado por Carl Sagan, que se encontraba entonces escribiendo su novela Contact sobre la posibilidad de utilizar agujeros negros para realizar viajes interestelares. La consulta provocó el interés de Thorne por el tema, quien luego de trabajar un tiempo sobre el asunto, explicó a Sagan que los agujeros negros de Schwarzschild no son atravesables” a causa de la presencia de la singularidad y del horizonte de eventos descritos arriba.
En la opinión de Thorne, la estructura que Sagan estaba buscando para fundamentar el argumento de su novela era aquella solución de las ecuaciones de Relatividad General que actualmente se conoce como agujero de gusano, y que puede imaginarse como un túnel que une regiones no contiguas del espacio-tiempo. A diferencia del agujero negro, no posee ni singularidad ni horizonte de eventos.
Thorne, junto con sus alumnos Mike Morris y Ulvi Yurtsever, se dedicó entonces al estudio de las
características que debería tener la materia que constituye el túnel, para poder distorsionar el espacio-tiempo de manera tal que la conexión resultante fuese permanente y atravesable. Utilizando las ecuaciones de Einstein, lograron probar que el túnel sólo podría mantenerse abierto si sus paredes fueran de materia exótica, esto es materia que a diferencia de normal debe poseer masa negativa (en el argot técnico, su tensión radial debe ser mayor que su densidad de energía). Este material se dice que viola las condiciones de energía, esto es, ejerce repulsión gravitatoria.
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UN VIAJE ATEMPORAL (SEGUNDA PARTE)
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